miércoles, 11 de enero de 2017

Espectacular Segundo Imperio

A pesar del rimbombante nombre, esta exposición temporal del Museo de Orsay es muy decepcionante. A nivel artístico, las obras más importantes expuestas forman parte de la colección permanente del Museo. El resto de las obras de arte son poco interesantes y lo demás, son piezas de joyería, muebles, jarrones y otros enseres de la vida de palacio. No soy una experta en este período de la Historia aunque, en resumen, Carlos Napoleón Bonaparte, sobrino del general Napoleón, fue elegido Presidente de la Segunda República pero, unos años después, dio un golpe de Estado para proclamarse emperador, dando así lugar al Segundo Imperio. Figura preminente del mismo fue su esposa, la española Eugenia de Montijo, con quien se casó el 29 de enero de 1853. La emperatriz era 18 años más joven que su marido, guapa, elegante y pertenecía a una familia de la nobleza española. En la exposición podemos ver varios retratos de ella realizados por su retratista oficial Franz-Xaver Winterhalter en los que se refleja un ideal neoclásico mezclado con el chic inglés y la gracia rococó y además inspirado por Watteau, Gainsborough y Le Brun.

La emperatriz no sólo se dedicó a obras de beneficencia sino que creó tendencia en lo relativo a arte, mobiliario, moda y espectáculos. Es extraño que siendo Eugenia un modelo a seguir y alguien tan influyente, el cartel de la exposición sea un retrato de Mme. Moitessier, la esposa de un banquero, pintado por Ingres. Aunque esto no es lo más importante: hay una destacada sala con retratos de personajes destacados de aquella época en los que ya comienzan a vislumbrarse las vanguardias que aparecerán en los años siguientes, así el retrato de Mme. Gaudibert de Claude Monet de pincelada suelta, un par de obras de Édouard Manet en que se ve la clara inspiración de Goya, otros retratos de Degas, Cézanne, Courbet o James Tissot...

Cartel de la exposición

En cualquier caso, a lo largo del recorrido vemos todo tipo de objetos a la moda opulenta del Imperio, como joyas, tapices, dibujos, porcelana de Sèvres, relojes, lámparas y otros objetos del estilo imperial, marcado por el arte griego y romano, que volvió a estar en boga gracias a las excavaciones de Pompeya y Herculano. Se produjeron en aquella época grandes avances tecnológicos como la inauguración del Canal de Suez o la invención del cemento armado pero hubo también un renacimiento espiritual y un conservadurismo religioso católico que dio origen al estilo neogótico con el arquitecto Viollet-le-Duc como gran representante y responsable de las restauraciones de la ciudadela de Carcasona, el castillo de Pierrefonds o la catedral de París. El gusto clásico por un lado, el gótico renovado por otro y las nuevas técnicas aplicadas en artesanía configuraron un estilo muy ecléctico y difícil de definir. Este poderío quedó también representado en grandes fiestas y recepciones, en las exposiciones universales y en el nacimiento de la industria del lujo de París que todavía hoy se conserva. En el aspecto artístico, la gran aportación fue la creación de los Salones, es decir, exposiciones colectivas dedicadas a pintores jóvenes en las que éstos mostraban lo que deseaban, sin obedecer a órdenes externas o de los organizadores, aunque debían pasar la aprobación de un jurado, muy conservador y academicista, lo cual fue motivo de famosas polémicas.

Como decía al principio, aparte de algunos cuadros importantes, esta exposición es corta, rápida de ver y está llena de objetos artesanos más que artísticos, algunos de ellos, bastante horteras. Finaliza el próximo 15 de enero y no ha tenido tanto éxito como otras muestras anteriores del Orsay, aunque con la crisis turística que está viviendo París, los promotores habrán pensado que es mejor no hacer grandes inversiones.

Parecida sensación de decepción me causó la otra exposición temporal dedicada a Frédéric Bazille y llamada La juventud del impresionismo. Aunque estudió Medicina, muy pronto empezó a pintar cuadros en el estilo impresionista que empezaba a gestarse y fue amigo de otros pintores como Renoir, Morisot y Monet, con los que mantuvo una importante correspondencia. El pobre Bazille falleció durante la guerra franco-prusiana en la que combatía después de haberse alistado voluntariamente y truncó así una incipiente carrera que no sabemos dónde habría llegado. Aún así esta exposición carece de interés: con decir que los mejores cuadros expuestos son de otros pintores, está todo dicho. Al no tener dinero para pagar modelos, Bazille se tuvo que conformar durante mucho tiempo a pintar naturalezas muertas y trofeos de caza. Más adelante, dedicó sus esfuerzos al tema religioso como sus cuadros del castillo de Aigues-Mortes, de donde partió san Luis hacia las Cruzadas y que es un importante bastión protestante, comunidad a la que él pertenecía, y escenas bíblicas. Para mí, estas obras manieristas y un poco artificiales carecen de interés, al menos, en el contexto de la muestra, ya que no son impresionistas. El mayor hito de su carrera fue haber participado en los Salones antes citados, aunque el jurado que seleccionaba las obras participantes siempre escogía sus cuadros más conservadores como bodegones y no, las más vanguardistas como sus paisajes y sus retratos de grupo.


 Folleto de la exposición

No hay comentarios:

Publicar un comentario