martes, 14 de marzo de 2017

Las bodas de Fígaro

Después de mucho intentarlo, por fin, he leído una de las obras más conocida e influyentes del teatro francés: Las bodas de Fígaro de Pierre Caron de Beaumarchais. Segundo episodio de la trilogía de Fígaro, no es necesario haber leído el primero, El barbero de Sevilla, para entenderla aunque algunos de los personajes son los mismos. La acción se sitúa tres años después de la primera obra cuando Fígaro, antiguo barbero, es ahora el ayudante de cámara del conde de Almaviva y está a punto de casarse con Suzanne, la camarera de la condesa. El conde desea recuperar el antiguo derecho de pernada para acostarse con Suzanne, la prometida de Fígaro, a la que intenta seducir en vano. Al mismo tiempo, Marceline, la gobernanta del palacio y antigua niñera de la condesa, persigue a Fígaro para casarse con él puesto que le ha prestado dinero después de una promesa de matrimonio. Marceline, cuenta con la ayuda de Bartholo, médico y abogado, antiguo preceptor de la condesa, y de Bazile, sacerdote profesor de música y alcahuete. Mientras tanto, el paje del conde Chérubin, está medio enamorado de la condesa que es su madrina pero también de Fanchette, una de las doncellas, prima de Suzanne e hija de Antonio, el jardinero borrachín del palacio. Se producen a lo largo de la obra un montón de situciones de enredo, malentendidos, descubrimientos sensacionales, tramas de ocultación y de disfraces... El estilo es fácil de seguir y de leer, el vocabulario no es demasiado complejo y la trama no resulta pesada aún siendo una sucesión de embrollos y confusiones.

La edición de la obra

La obra fue un gran éxito a pesar de que constituye todo un alegato contra la nobleza y sus privilegios. Fue escrita en 1778 pero no fue representada hasta 1784. Sólo dos años después, se estrenó en Viena la ópera homónima de Wolfgang Amadeus Mozart con libreto, elaborado varias veces para poder pasar la censura, de Lorenzo Da Ponte. En efecto, las denuncias de los arcaicos privilegios de la nobleza, la injusticia social y la desigualdad no eran fáciles de eliminar ya que están presentes a lo largo de toda la obra y son los elementos que desencadenan la trama. La descomposición del Antiguo Régimen ya estaba en marcha y poco después estallaría la Revolución Francesa. El rey Luis XVI la calificó de "execrable, que se burla de todo lo respetable" e hizo un profético comentario: "la representación no podría ser más que una inconsecuencia molesta salvo si la Bastilla fuera destruida". En el Imperio Austro-Húngaro, cuyo monarca era José II, hermano de la reina francesa María Antonieta, la obra también estaba prohibida aunque más en lo relativo al contenido inmoral y licencioso que en el político. Para más escándalo, las protagonistas de la obra, sobre todo Marceline, enarbolan su propia lucha contra la opresión sufrida por las mujeres en una especie de preludio de la causa feminista: "tratadas como menores por nuestros bienes, castigadas como adultas por nuestras faltas" exclama la gobernanta en un pasaje de la obra.

Estatua de Caron de Beaumarchais, muy cerca de la Bastilla

El momento álgido es el monólogo de Figaro en en el acto V en que lamenta su suerte de haber nacido plebeyo. Define al conde como una persona inmoral y muy mediocre en cuanto a sus capacidades pero con una vida llena de privilegios por ser un noble y lo opone a sí mismo, inteligente y muy despierto, que lleva toda su vida trabajando para salir adelante. Por desgracia, estas injusticias siguen existiendo en la vida real. Aparte del contenido político, la moralidad de los personajes brilla por su ausencia: la mayoría no piensan más que en irse a la cama con los otros. Yo me pregunto qué pensarían los espectadores, en las primeras representaciones, al ver a un grupo de españoles chalados diciendo estas cosas tan revolucionarias, feministas y viciosas.

Hotel Caron de Beaumarchais muy cerca del palacete donde vivió el escritor

Decidí leer esta obra porque Las bodas de Fígaro es mi ópera favorita y quería leer el original en el que se basa. Hay que reconocer el talento de Da Ponte para trasladar la obra de teatro francesa en prosa al libreto italiano en verso y, además, eliminando aquellos elementos sociales e inmorales para no incomodar al Emperador y para salvar la censura, por ejemplo, Don Basilio en la ópera ya no es un sacerdote y del pasado amoroso de Marceline apenas se habla. La ópera difiere ligeramente en la estructura de la obra pero mantiene el argumento casi sin modificaciones. En cambio, hace especial hincapié en el tema de la guerra de sexos y tiene una comicidad picaresca especial y diferente a la que Beaumarchais dio a su obra. En todo caso, el libreto no es más que la excusa para que Mozart compusiera su magnífica música para una obra que fue revolucionaria tanto en la dramaturgia como en sus números musicales.

Placa del hotel



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